San Juan Pablo II

Te damos gracias Señor por el don de la vida de tu siervo San Juan Pablo II. Gracias por su fidelidad, su valentía, su cercanía, su sabiduría y su ternura.
Gracias por su familia, que supo ser cuna de virtudes, iniciándolo en el camino de la santidad desde pequeño.
Te agradecemos por su vocación al sacerdocio y por su activa labor pastoral con jóvenes y matrimonios.
Te damos gracias por su fructífero pontificado, que fue una inmensa bendición para toda la humanidad.
Te agradecemos por su incansable espíritu misionero, que lo impulsó a llevar personalmente el Evangelio a numerosos rincones de la Tierra.
Gracias por su fervor para defender siempre la Verdad y por su clara doctrina que enriqueció de modo abundante el Magisterio de la Iglesia.
Te agradecemos también porque supo descubrir y mostrar la belleza del amor humano entre varón y mujer y el designio divino sobre el mismo.
Te damos gracias, también, porque con su testimonio y su vida acercó a la Iglesia a numerosas personas que estaban alejadas e inspiró a incontables fieles a buscar su camino de santidad.
Finalmente, te pedimos Señor que San Juan Pablo II desde el Cielo continúe siendo luz y esperanza para la Iglesia y para el mundo de hoy.
Amén.

 

Estimados hermanos en Cristo,

El día 22 de octubre celebramos como Iglesia la festividad de san Juan Pablo II, recordando el inicio de su pontificado, en 1978.

Todo santo representa para la Iglesia un ejemplo de encarnación de las virtudes de Cristo. En nuestro patrono encontramos un acercamiento singular hacia todo «lo humano», en especial hacia la experiencia familiar. En ella observó con gran admiración una particular realización de las palabras del Concilio Vaticano II en Gaudium et Spes 24: «el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás».

La fascinación por lo divino que habla en lo humano (lenguaje del cuerpo, significado esponsal del cuerpo) lo llevó a escribir las Catequesis sobre la Teología del Cuerpo, «el amor humano en el plan divino de la salvación». Éste, entre otros, es un regalo maravilloso que Dios nos dejó en la persona de este Magno (como lo llama el Papa Francisco) Teólogo y Filósofo.

Para surcar el misterio del hombre, supo descalzarse y entrar por distintas dimensiones, así lo reconocemos, no sólo como Teólogo y Filósofo, sino también como actor, escritor de teatro rapsódico y poeta. Experimentó el valor de la palabra y se enamoró de la Palabra que daba sentido a toda esta profundidad.

Ante la consciencia de lo Eterno plasmado en lo finito de la carne, supo de inmediato agradecer a la Santísima Virgen María, en quien «Verbum caro factum est» (Jn 1,14), con su vida diciendo y escribiendo en cada entrada de su diario y demás escritos:

Totus tuus ego sum (Soy todo tuyo)

Et omnia mea tua sunt (Y todas mis cosas te pertenecen)

Accipio Te in mea omnia (Te pongo al centro de mi vida)

Praebe mihi cor tuum (Dame tu corazón)

Hoy, como todos los días, el Centro San Juan Pablo II, honrados por la santidad de nuestro patrono, decimos a nuestra Madre las mismas palabras, haciendo carne el ejemplo de Lolek (como le decía su madre a quien dedicó su primera poesía):

Totus tuus